LA
PLAYA
La piel morena y cubierta de arena le daba un aspecto atractivo
y sensual. Las olas iban y venían con la misma frecuencia que los besos. El sol
envolvían los cuerpos en aquella pequeña cala. Todo eran caricias,
miradas, juegos, risas... El agua reflejaba el amor que unía aquellos inexpertos
y jóvenes amantes. La vida le ofrecía ilusión y esperanza.
Veinte
años después, el implacable tiempo había socavado su amor. La convivencia
erosionaba la relación, la incomunicación los distanciaba y el egoísmo los
enfrentaba. Decidieron separarse un tiempo.
Sin embargo, ella seguía añorando su compañía. Y lo tuvo clarísimo, volvería a enamorarle. Sentir
su voz tierna en el oído, sus caricias y sus miradas cargadas de deseo le hacía
sentirse plenamente mujer.
Fue a buscarlo, la casa que habían compartido estaba vacía, solo
una carta dirigida a ella. Le decía que para él sus besos eran el fin del
mundo, que la amaría siempre, que había llenado su vida, que la soledad y la
tristeza acabarían con él y le daba las
gracias por ser su esposa.
Aquella
playa seguía igual. La puesta de sol desde el acantilado bellísima. Quiso ver el reflejo
de la luna en el agua. De repente una cálida brisa la acarició. Entonces,
sintió que la llamaban.
No lo pensó, pisó el acelerador y fue a su
encuentro.
JUAN LÓPEZ
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